El Territorio

Nos situamos en el curso alto del Guadalquivir, en un territorio que parece haber jugado un papel fundamental en las rutas antiguas de comunicación. Los análisis territoriales desarrollados nos muestran un territorio con una amplia historia de desarrollo y transformaciones, muchas de ellas asociadas al impacto de esta batalla en el entorno inmediato a la capital del mismo: el oppidum de Baecula.

En el ibérico antiguo este territorio se configura en relación a la presencia de cuatro asentamientos de pequeño tamaño que se distribuyen en torno al eje río de la Vega-río Guadalquivir. Estos asentamientos, el Cerro del Gato (Peal de Becerro), El Molar (Cazorla), Nubla (Cazorla) y Turruñuelos (Villacarrillo-Úbeda), tuvieron un desarrollo evidente hasta inicios del siglo IV a.n.e., momento en el que se documenta una nucleación poblacional en torno al último señalado (Turruñuelos), que se convierte en la auténtica capital de este territorio político.

Este es un proceso que va paralelo a la definición de un espacio político mayor, como es el que capitaliza Cástulo, que engloba a algunos de los grandes puntos de la Alta Andalucía, como Baecula o Giribaile. En este periodo Cástulo amalgama la práctica totalidad de la zona norte del río Guadalquivir y toda la parte oriental de la actual provincia de Jaén, aglutinando espacios vacíos (Saltus Castulonensis), productivos (minas) y los territorios aportados por otras ciudades que decidieron agregarse a su capitalidad.

Baecula, al igual que Cástulo, se posicionaron de manera clara en los últimos años del siglo III a.n.e., al lado del bando cartaginés. Esto explicará la importancia de la batalla que se desarrolló a sus puertas, en una zona de vados y en la vía que comunicaría Tugia con el pagus de Cástulo, y con la Vía Heraklea, el Camino de Aníbal. De esta forma se explica la presencia del ejército de Asdrúbal –el más importante en Iberia- asentado en el entorno de la ciudad, en una posición estratégica en el valle del Guadalquivir pero próxima, además al Camino de Aníbal.

Las consecuencias inmediatas y directas de la batalla de Baecula fueron el saqueo y el posterior abandono de la ciudad, proceso que detectamos en otras ciudades/oppida del territorio de Cástulo tras la Segunda Guerra Púnica. La primera evidencia de la posguerra fue la reestructuración política de un vasto territorio, en el cual quizás sólo su capital, Cástulo, supo negociar y pactar su propia continuidad, coyuntura que quizás justifica su propia legitimidad política en el mismo.

El abandono de la ciudad de Baecula dio paso a un largo periodo de cambios en su territorio, con la aparición de pequeños núcleos fortificados (Castellones de Mogón) en las zonas de los vados del río articulados con pequeños asentamientos en llano, factorías, sin fortificar, pero con un patrón y una materialidad de tradición ibérica (s. II/I a.n.e.). No será hasta época imperial romana cuando vuelva a constatarse un gran núcleo urbano, cuyos testimonios epigráficos indican un estatus importante (municipium) el cual se articula con un patrón típico de villae dispersas en su territorio inmediato.