El Oppidum
El Oppidum de los Turruñuelos ocupa una posición estratégica localizada en la primera terraza de la orilla derecha del río Guadalquivir. Se trata de la ciudad ibera más grande del curso medio-alto del Guadalquivir, pues llega a las 20 has durante los siglos IV-III a.n.e., momento en el que hemos constatado un fuerte proceso de nucleación poblacional en su territorio.
Posee una dilatada secuencia que abarca desde finales del siglo VI a.n.e. hasta época romano-imperial, existiendo un claro lapsus desde finales del siglo III a.n.e., momento en el que se produce un abandono súbito de la misma. En el Ibérico Antiguo (s. VI a.n.e.) funcionaría como uno de los núcleos documentados en el eje río de la Vega-río Guadalquivir, configurándose como un espacio de cierta entidad, con un tamaño destacable, y una densidad poblacional evidente sobre todo en el extremo suroriental de la meseta. No obstante, es durante Ibérico Pleno (siglos IV-III a.n.e.) cuando adquiere un rol determinante en la configuración territorial del Alto Guadalquivir. De esta fase tenemos más datos, procedentes de las excavaciones arqueológicas desarrolladas en el sitio en el año 2008, las cuales nos han permitido aproximarnos a la zona central de la ciudad, fundamentalmente a unidades domésticas y a la estructura urbana de la ciudad. Así, se ha constatado una reestructuración espacial respecto a la fase previa. El espacio doméstico se organiza de acuerdo a parámetros de nueva planta, constatando en algunos puntos la presencia de grandes unidades de hábitat, a las que se asocian enlosados de calidad destacable. Una de las estructuras documentadas de manera completa responde a un contexto comunitario, un horno de pan, localizado en el extremo norte de la ciudad, lo que ayuda a definir áreas funcionales, como un posible sector productivo.
Asociado a este momento existen dos necrópolis, una de ella situada en la orilla noroccidental del rio, en las cotas más bajas del valle, mientras que la segunda se localiza al norte de la ciudad, y que se fecha para el siglo III a.n.e. Este panorama extramuros se puede completar con la documentación aportada desde estudios específicos, como son los medioambientales, que nos han permitido una aproximación a la reconstrucción del entorno inmediato a esta ciudad (Baecula). De esta forma, debió existir una importante área de espacios cultivados, fundamentalmente dedicada al cultivo del cereal, en la que predomina la cebada vestida y el trigo desnudo, actividad complementada con la arboricultura, con la presencia del guindo/cerezo, el olivo/acebuche, la vid y el almendro. Por otra parte, tenemos la constancia del aprovechamiento de las plantas silvestres y de la vegetación natural. Así, la encina se impone como vegetación predominante, seguida por la presencia del fresno y los tarayes, como vegetación de ribera. También el pino salgareño, justificado por la cercanía a la zona de sierra.